viernes, 21 de febrero de 2014

Clapton el perezoso

Como ustedes sabrán, Clapton es de esos músicos que en ciertos círculos no goza de muy buena reputación por su aburrida carrera en solitario en la que no dudó lo más mínimo a la hora de abrazarse a los sonidos más terribles de los 80. Es por ello que a menudo suele plantearse la siguiente pregunta: si hubiera sido Clapton quien hubiera muerto en 1970, justo después de publicarse Layla, en vez de Jimi Hendrix, ¿de qué estatus gozaría hoy día? Pues ni más ni menos que el de Dios. Porque si ya en esa época se decía que Clapton is God, imaginen si además se hubiera muerto con una inmaculada carrera que finaliza con su obra cumbre y uno de los mejores discos de blues-rock (¿o el mejor?) de la historia. Nos pasaríamos horas disertando sobre qué prometedora carrera habría llevado en los 70, siguiendo los pasos del Layla, daríamos por hecho que como buen purista en los 80 no se habría vendido miserablemente y lamentaríamos profundamente la muerte de la que iba a ser una de las mejores carreras de la historia del rock. Pero, amigos, la realidad ha resultado ser diferente.

 Una de mis biografías de rock favoritas

Leyendo su autobiografía una de las conclusiones que saqué es que la carrera de Clapton es así en gran parte porque es un perezoso, tal cual suena. No era así en sus inicios, cuando sentía la pasión por el blues, un género por entonces poco conocido y hacia el que sentía sincera devoción. Ese es el Clapton que yo, y espero que todos, respetamos profundamente. El que abandonó los Yardbirds por dejar de lado la pureza del blues. El que renovó el género con esa piedra angular que es su disco con John Mayall. El que revolucionó el mundo del rock con Cream. Ese es el Clapton activo e inquieto al que respeto. Pero después de Cream empecé a notar en su libro cierta dejadez en el Clapton de esos años.

El primer signo de alarma es Blind Faith, una banda que formó con Steve Winwood de forma informal para huir del éxito de Cream que acabó convertida en otro supergrupo. Cuando la cosa se le fue de las manos, Clapton se desentendió un poco del grupo dejando todo el peso en el pobre Winwood, algo que por cierto ya había hecho en los últimos tiempos de Cream, dejándose llevar una vez el grupo dejó de interesarle... pero ahí podía tener la excusa de estar atrapado en un vorágine de la que era difícil escapar. No obstante Blind Faith partía de cero, y una vez se apartó de lo que él esperaba, se desentendió. 

Delaney & Boney le hicieron recuperar temporalmente el norte insistiendo en que debía explotar su talento, de ahí nacería su debut en solitario y el disco de Derek & The Dominos. Este álbum es para mí su obra cumbre, y creo que Clapton jamás volvió a tocar como ahí ni que nunca volvió a componer temas tan buenos. Y lo atribuyo a que fue la última vez en que tuvo que esforzarse de verdad. No era una superbanda en la que podía ocultarse cediendo el mando a Jack Bruce, Ginger Baker o Steve Winwood, tenía que ser él el que diera la cara. Por otro lado, como Duane Allman colaboró en la mayoría de temas, Clapton se veía obligado a dejarse la piel para no quedar sepultado en su propio disco. Eso sumado a los excelentes músicos que le acompañaban dio como resultado esa maravilla. En vivo Clapton se dejaba la piel (escuchen sino su Live at Fillmore) y debía interpretar con una guitarra lo que en un disco hacían dos. El público comparaba sus directos con los de Cream y debían estar a la altura. Por ello Eric jamás estuvo mejor: debía esforzarse de verdad y además estaba haciendo algo en lo que creía.

Clapton debatiendo sobre su futuro con Ron Wood y dos asesoras
Pero, ah amigos, ¿qué sucedió? Los excesos de drogas acabaron con él y le hicieron apartarse unos años de su carrera. Cuando se recuperó, había perdido la práctica a la guitarra. Y aquí volvió a entrar en escena el Clapton más acobardado, el que quiere esconderse, en este caso de sí mismo, del Clapton guitar hero que deslumbraba al público al que él ya no podía emular. Las expectativas ante su retorno eran enormes, y él estaba muerto de miedo por ello. Su solución fue renunciar a su faceta guitar hero y querer convertirse en un "músico de canciones". Su disco de retorno 461 Ocean Blvd se apartaba de su vena más blues y guitarrera pero salió bien, fue todo un éxito. Y a partir de aquí Clapton eligió este sendero fácil.

Ya es cosa de cada uno juzgar si ese camino era realmente sincero o si era una escapatoria fácil, pero la impresión que me da su autobiografía es que es una mezcla de los dos en que lo segundo tiene más peso y sirve para esconder que realmente no podía ser como antes. Clapton a partir de entonces parecía huir de esa faceta de guitar hero, casi renegando de ella. Cuando Clapton repasa en su libro los discos de esos años y los voy tanteando, me suenan a músico acomodado, aún cuando sean buenos álbums. La sensación que me da es Eric rodeándose de excelentes músicos y dejándoles hacer. En directo se cubría con una muy buena banda en que, por primera vez, contaba con un segundo guitarrista... ¿para qué? Bueno, ya imaginaréis cual es mi teoría al respecto. También dice en su libro que algunos temas se los dejaba cantar a sus coristas porque eran cantantes excelentes y por ello cada vez les daba más protagonismo, pero aunque suene a un gesto honrado yo creo que era su forma de huir de su responsabilidad.

Lo peor es cuando Clapton habla de su etapa en los 80 y menciona discos que no le gustaban mucho pero de los que tocaba varios temas en vivo porque tocaba promocionarlos. Estos detalles denotan un pasotismo alarmante, un músico que simplemente cumplía su cupo de grabar disco y girar, que seguramente disfrutaba haciéndolo, pero ya no se dejaba la piel en ello.

No fue hasta los 90 cuando volvió a despertarse y recobrar cierto interés por hacer lo que a él le parecía. Fue entonces cuando grabó su Unplugged y su primer disco de blues en mucho tiempo. Vaya, después de todo seguía gustándote el blues, ¿no? Incluso su disco Pilgrim aunque no me guste lo más mínimo lo respeto, porque fue una apuesta arriesgada en la que nadie confiaba y a la que él se abocó por completo porque creía totalmente en ella. Desafortunadamente después de ese álbum parece que ha vuelto a acomodarse con el agravante de proponerse hacer que las portadas de sus últimos discos sean cada vez peores (vean la portada de los dos últimos).

Soy Eric Clapton y mi hija pequeña ha diseñado la portada de mi nuevo disco.

Los más fanáticos suyos mientras tanto se esfuerzan en oír esos discos con la leve esperanza de volver a escuchar al Eric de antaño y celebrando los pequeños detalles en que se oye levemente su guitarra. No se engañen, el Eric de antaño no volverá. De hecho yo creo que el Clapton al que admiro desapareció con el Layla. Este verano he escuchado por primera vez el 461 Ocean Blvd y mis expectativas eran tan bajas pese a su fama que me ha animado descubrir que es un buen disco. De hecho lo poco que he escuchado de discos posteriores no es malo, simplemente no tiene la magia de antaño. Quizá su autobiografía tenga la culpa de que desconfíe de él, porque aunque él no pretenda dar esa sensación a mí me parece que son discos fruto de esa pereza. Y eso viniendo de un músico tan prodigioso es imperdonable.
Quizá me equivoque por completo, este texto es solo una impresión personal. Pero si tengo razón, tengo una nueva pregunta con la que complementar la hipotética muerte de Clapton de 1970. ¿Y si Clapton hubiera seguido vivo pero con la misma ilusión y ganas de antaño? ¿Sus discos serían iguales a los que ha acabado haciendo o tendría una carrera mucho más rica y apasionante? Nunca lo sabremos...

2 comentarios:

  1. E iré más lejos aún. Creo que el amigo Clapton o se rodea de gente con chispa (Yardbirds, Mayall, Cream eran en un porcentaje alto las composiciones de Jack Bruce) o es un Knopfler de la vida. Tocarán muy bien, pero a mí me resultan aburridillos.

    Iamnotlikeeverybodyelse

    ResponderEliminar
  2. o es un Knopfler de la vida

    Jajaja, es un comentario muy duro el que lanza usted aquí.

    ResponderEliminar